Las trabajadoras inmigrantes en la primera línea de los brotes de COVID alzan sus voces | Escrito por Tina Vásquez | Traducido por Carolina Martin
*Este artículo se publica en colaboración con Prism. Haga clic aquí para leer y/o compartir la versión en inglés.
La cobertura periodística que Prism ha realizado de los brotes de COVID-19 en las plantas de procesamiento avícola de Carolina del Norte comenzó con una denuncia en línea, pero pronto varios trabajadores se acercaron, poniendo en peligro sus fuentes de ingresos, para hablar de las condiciones de trabajo inseguras a las que se enfrentaban en el interior de las plantas. Todas ellas eran mujeres.
Una de esas mujeres es Luz. Esta inmigrante mexicana de 38 años ha pasado los últimos cuatro años trabajando en la planta de procesamiento avícola de Mountaire Farms en Lumber Bridge, Carolina del Norte. Luz, quien no está usando su nombre real, dijo que estima que casi el 50% de la fuerza laboral de la planta son mujeres, algunas están embarazadas, otras son adultos mayores, otras tienen problemas de salud preexistentes, y casi todas son las responsables del cuidado y el sostén de sus familias. Si se enferman, se produce un efecto dominó en sus hogares, en sus familias ampliadas y en sus comunidades.
El número de casos de COVID-19 sigue en aumento en la zona rural central de Carolina del Norte, donde se encuentran las plantas de procesamiento avícola propiedad de empresas como Mountaire, Tyson Foods y Pilgrim's Pride. A nivel nacional, Carolina del Norte lidera el número de brotes de COVID-19 en las plantas procesadoras de carne, ocupando el tercer lugar en el país con el mayor número de trabajadores de las plantas procesadoras de carne que han contraído COVID-19. Victoria Bouloubasis, de Enlace Latino en Carolina del Norte, informó que hasta el 20 de mayo se habían producido 26 brotes en plantas de todo el estado y que más de 2.000 trabajadores habían sido infectados. Se tiene conocimiento de la muerte de tres trabajadores avícolas en Carolina del Norte: Adelfo Ruiz Calvo, inmigrante mexicano de 65 años y residente de Siler City que trabajaba en la planta de procesamiento avícola Pilgrim's Pride en Sanford; un trabajador de la empresa Butterball no identificado en el condado de Duplin, y Byakubire Mkogabwe, inmigrante congoleño de 71 años y residente de High Point que trabajaba en la empresa Tyson Foods en Wilkesboro.
El Dr. David Wohl, profesor de medicina en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y especialista en enfermedades infecciosas, informó a Prism que una "enorme" proporción de miembros de la comunidad latina, vinculados a las plantas de procesamiento, han dado positivo en la prueba de COVID-19. A medida que más personas se enferman, mujeres como Luz continúan alzando la voz.
En una conversación con Prism el 22 de mayo, Luz habló con Prism sobre lo que ella y otros trabajadores de la planta avícola están enfrentando. A continuación, se encuentran sus propias palabras compiladas y editadas:
Trabajo en la planta de procesamiento de Mountaire en Lumber Bridge, Carolina del Norte. Me asignan varios trabajos todos los días. Deshueso pollo, pero a veces corto alas o pechugas. Trabajo con unas 3.000 personas en la planta. Tenemos personas que trabajan en diferentes turnos en la línea de producción y personas que trabajan en el equipo de limpieza. Somos muchos, y hoy estoy alzando mi voz porque no se tomaron medidas para protegernos. La empresa no se preocupa por nuestra salud.
Muchos de nuestros trabajadores tienen inmunodeficiencias porque son mayores. Algunas están embarazadas y otras tienen problemas de salud crónicos. Desde el comienzo [de la pandemia], [los funcionarios de Mountaire] nos dijeron que no iban a cerrar las puertas de la planta y que no teníamos excusas para dejar de hacer nuestro trabajo. Incluso nos dieron a todos cartas en las que expresaban a las autoridades que éramos trabajadores esenciales y que éramos libres de movernos y viajar al trabajo. [Mountaire] solo se centró en la necesidad de la empresa de seguir produciendo. Nunca se nos consideró como trabajadores. Teníamos que trabajar lado a lado, codo a codo, sin protección alguna.
Hace apenas un mes, ya muy avanzado en la pandemia, comenzaron a entregar equipo de protección debido al brote que se produjo en la planta en Siler City. Ahora tenemos un protector transparente de plástico situado en la parte superior de nuestros cascos, hay dispensadores de desinfectante de manos alrededor de la planta y el equipo de limpieza hace una limpieza profunda en los baños y en las áreas comunes.
Cuando nuestros primeros trabajadores comenzaron a enfermarse y empezaron a faltar al trabajo, Mountaire nos incentivó a seguir trabajando. Nos ofrecieron bonos si no faltábamos al trabajo durante los meses de abril y mayo. Pero mucha gente empezó a faltar al trabajo, y la empresa no nos informó si fue porque decidieron quedarse en casa o porque contrajeron el virus. Honestamente, no sabemos cuán grande es el brote. No sabemos el número de personas con las que trabajamos que están enfermas con el virus. No nos comunican esta información. Nos sentimos muy vulnerables. Sabemos que las personas pueden enfermarse y ser asintomáticas y luego infectar a sus familias.
Realmente me siento muy vulnerable. Todos los días me despierto y voy a trabajar y me siento asustada. Uso mi equipo de protección y tomo mis propias medidas de protección. Hago todas las cosas que se supone que debo hacer, pero ¿sabe qué? Siempre pienso en mis compañeros de trabajo que son contratados por contratistas [y no son considerados empleados de Mountaire]. Pienso en ellos porque no tienen acceso a la enfermería como nosotros, no tienen acceso a los médicos o a la atención médica. No ganan el dinero que nosotros ganamos. No tienen apoyo médico o económico.
Ninguno de nosotros sabe quién ha estado o no expuesto al virus. [Los funcionarios de Mountaire] nos evaden a toda costa. No nos dan ninguna respuesta. Preguntamos: ¿Las personas con las que trabajo están enfermas con el virus? Nos dicen que no pueden decirnos o que no lo saben. Nos dicen que preguntemos en la oficina principal, pero las mujeres de la recepción son muy maleducadas, especialmente con los hispanos. Cuando les preguntamos sobre el virus, nos dicen que el departamento de recursos humanos está demasiado ocupado para nuestras preguntas y que volvamos más tarde.
No sé mucho sobre cómo funcionan las pruebas [para el coronavirus]. Los trabajadores no sabemos si el costo es alto o si podemos hacernos la prueba si no tenemos síntomas. Mis amigos que se enfermaron me han contado que cuando uno va a un hospital, si uno les dice que trabaja en la planta procesadora avícola, ellos inmediatamente le hacen la prueba. Esto se debe a todos los brotes que han tenido estas plantas. Algunos trabajadores han ido a hacerse la prueba y ahora tienen miedo de recibir una factura. No sabemos si realmente recibirán una factura o no. No tenemos certeza de muchas cosas.
En mi comunidad, no he visto información en inglés o español con detalles sobre las pruebas. Mountaire no nos brinda este tipo de información. Todo lo que han hecho es darnos las cartas que dicen que somos trabajadores esenciales, pero no nos dan ninguna información sobre las pruebas. Me gustaría que nos hicieran la prueba a todos los trabajadores. Si ese día llegase, nos sentiríamos más tranquilos y seguros.
En mi planta, yo diría que trabajan el mismo número de hombres y mujeres, pero son las mujeres las que alzan la voz. La razón de esto es porque muchas de nosotras somos las jefas de hogar. Cuidamos de la familia, cuidamos de los niños, y somos el sostén de la familia. Debemos proteger a los niños, debemos proteger a nuestra familia y a nuestra comunidad. Muchas de mis compañeras de trabajo son mujeres con niños pequeños. Las escuelas están cerradas y no hay ningún lugar donde los niños puedan ir. Con todo lo que está pasando, con todo este estrés, Mountaire nos obliga a trabajar los sábados. No podemos darnos el lujo de quedar vulnerables y expuestas en el trabajo. Es por eso por lo que muchas de las mujeres que trabajan en las plantas están alzando la voz.
Conozco a seis compañeros de trabajo que han estado enfermos con COVID. Una de ellas es mi amiga cercana. Es una mujer afroestadounidense que está embarazada de siete meses y dio positivo en la prueba de COVID. Ella no ha regresado a trabajar. Me envió un mensaje para decirme que había contraído el virus. El resto de las personas que conozco que se enfermaron son latinos. Todos compartieron sus síntomas y la experiencia que tuvieron para que estemos al tanto de lo que debemos esperar.
Me duele cuando leo artículos en los que [funcionarios de la empresa] culpan a los latinos y afroestadounidenses por nuestras condiciones de vida y dicen que somos responsables de los brotes en nuestras comunidades. He leído artículos donde culpan a los chinos por el brote. Este tipo de actitudes son muy lamentables. Son ridículas. No me interesa buscar culpables, me interesa buscar soluciones. Me siento muy orgullosa de ser mexicana. Estoy orgullosa de mis raíces y estoy orgullosa de mi familia. Es importante tener una familia amplia que esté ahí para usted, que pueda ser un respaldo, ser un hombro en el que apoyarse. Ese tipo de apoyo no es algo a lo que se pueda culpar; es el apoyo que nuestras comunidades necesitan en este momento para sentirse seguras.
Ha sido muy triste ser testigo de la muerte de tantos latinos [durante la pandemia]. En muchas áreas, como aquí en Carolina del Norte, la mayoría de las personas que contraen el virus son latinos. No es porque seamos una raza sucia o inferior. La razón es porque tenemos que ir a trabajar. Tenemos que mantener a nuestras familias. No tenemos seguro. Esa es la razón por la que estamos expuestos y por la que los afroestadounidenses están expuestos al virus. Existe un tremendo desequilibrio en esta sociedad y no contamos con ningún apoyo.
Todo el mundo siempre dice que Estados Unidos es maravilloso; es un país donde la gente tiene libertad. Dicen que aquí uno es libre. Pero esto no se siente como libertad. Existe tanto racismo escondido detrás de una cortina. Para mí, uno de los mayores problemas es que la gente no nos ve [a los trabajadores inmigrantes] como seres humanos. Somos sólo empleados o sólo mano de obra. Quiero que las personas nos vean y se preocupen por nosotros; quiero que las personas piensen en nosotros.
Tina Vásquez (she/her) is the daughter of a Mexican immigrant who grew up in the Los Angeles area with a mixed-status family. Before joining the staff of Prism as the gender justice reporter, she was a senior reporter covering immigration at Rewire.News, the leading online publication devoted to evidence-based reporting on reproductive and sexual health, rights, and justice. She was Rewire.News’ first immigration reporter, and one of the only journalists in the nation covering immigration from a reproductive justice lens. Tina’s work has appeared in the New York Review of Books, NPR, The Nation, Playboy, and a variety of other publications. She was recently a mentor in the Freedomways Fellowship Program as part of Press On, a Southern journalism collective that strengthens and expands the practice of journalism in service of liberation. She is based in North Carolina.
Twitter @TheTinaVasquez